sábado, 28 de febrero de 2009

Nada me parece tan lejano
como el despertar al mundo,
o la tardanza del tiempo,
o la eterna espera de la llegada del horizonte,
tan visible y -a la vez-
tan misterioso.



jueves, 26 de febrero de 2009

Acerca la oreja al volcán
y escucha el grito eterno del mundo,
la tristeza de la roca al despertar,
el cariño de la madre tierra.

Acerca el oído al atardecer del sol,
y sabrás qué susurro te depara el mañana,
que mentira te espera desde ayer,
que intenso dolor nos cubre.

domingo, 15 de febrero de 2009

¿Cuánto existe?

martes, 10 de febrero de 2009

Se acerca la tormenta, puedo olerla
como se intuye el miedo de los niños,
como una mirada perdida en la muchedumbre,
como el azar.

Se acerca el desvarío de los tiempos,
la lluvia incontrolada, 
la humedad del asfalto gris,
el descontrol, la mañana.

Se acerca y no huyo de ella, 
ni del viento, ni del yo calado y solo,
ni del viejo que me observa descontento,
pues entiendo que cuando despeje
será más mío el destino, 
más fuerte la necesidad de sed, 
más tierno el pan.

domingo, 8 de febrero de 2009

Decir casi lo mismo al levantarse del sueño,
romper los lazos duros de la necesidad,
acatar lo mismo labios que sogas al cuello
y pedir, con ojos rotos, un segundo de calor.

Hablar como sirenas que cantan sus plegarias,
torcerse las muñecas como en un ritmo tribal,
cruzar las piernas fuerte, como quien busca un sendero,
y olvidar, 
sin tiempo para el no, 
la certeza de saberse a la deriva.

Ayer me levanté sonriendo.

viernes, 6 de febrero de 2009

Notaba el doble peso de los sintagmas,
de las ideas al nacer
como espíritus de un credo
y entendió, tras muchos años,
que sólo él fue capaz de hacer
verdad los subjuntivos.

martes, 3 de febrero de 2009

Nada hacía presagiar la lejanía,
ni tan siquiera el viento,

y, sin embargo, allí a lo lejos
se apagaba un reino
que en ningún momento se llegó a crear.

Todo acaba como empieza,
calmado...

y se olvidan los mareos y las dichas,
las travesías presagios de nada,
los eternos ecos de las olas
y la mirada perdida del timonel
que zarpa, ajeno al viento,
hacia la lejanía olvidada del pensar.

Todo empieza como acaba,
despacio, en tierra y sin mar.