martes, 27 de abril de 2010

Cicatrices

Desde el pedestal donde sentía
vio una luz eterna y cayó por ser feliz.
Se abrió una brecha junto a aquel otro golpe
que aún no había curado y no lo hará nunca.

El pedestal donde sentía
ahora es más bajo, más terrenal,
la luz tiene final, tiene sentido.
Volvió a caer, esta vez por el peso de algo ajeno,
y la herida irremediable fue aún mayor que la anterior
-aún supurando- junto al golpe incurable.

Al tiempo, casi ni un bordillo era el pedestal donde sentía,
la luz era un reflejo de otra luz en otros ojos,
la caída un rebote de los golpes de otros días.
Una nueva cicatriz se acumulaba -dolorosa- junto a las anteriores:
irremediable, supurando, incurable.

No se acerca ya -¡cuidado, daño!- al antiguo pedestal donde sentía.
El interruptor en eterno apagado y olvidado
tras una pared de autoimpuesta razón.
Las cicatrices en su orden cronológico invertido:
...dolorosa, irremediable, supurando, incurable.


El último sentimiento (el yo, el miedo, la sonrisa luminosa, la esperanza, el sueño)
quedará guardado para siempre hasta elevarse, ya sin hueco para cicatrices,
al podio interminable de la herida mortal.



sábado, 24 de abril de 2010

Un zapato
perdido
en la calzada brinda
ideas de otros días,
pensamientos constructores,
periodos, anhelos, historia de hoy.

¿Es un recuerdo o solo un objeto en la comisura del tiempo?

Nada existe que no entienda su propia función,
su labor en vida, su intención apenas libre,
su tocar las vidas que no son vidas, esos zapatos a la orilla,
los pasos ciegos al frente, como un tanteo, como búsqueda,
para entrar en el juego
de las normas infinitas,
del entendimiento espeso
y la carga elemental.

martes, 20 de abril de 2010

Last Lap

Llegaba a un recta larga, perpetua,
cadena de tiempo. El día soleado,
el pavimento gris, perfecta la tarde.

"Tres kilómetros completamente rectos"
había oído decir.

Velocidad en memoria
110, 112, 114, 116, 118, 120, 122, 124...148

Se desaborchó el cinturón, comenzó un pitido.
La dirección del coche recién revisada.
Se deslizó al asiento de atrás.
Ciento cuarenta y ocho.

El coche recién limpiado. Un kilómetro.
El pitido aumenta
su volumen, su insistencia, el recordatorio.

Pasó al maletero y se abrazó a sí mismo.
Tumbados juntos, intentando dormir.

Los dos.
Medio kilómetro.
Un pitido.
Ciento cuarenta y ocho.
Cero.

miércoles, 7 de abril de 2010

Salir del cine tras una buena peli,
y dormir, no esperar más un nuevo estreno.

Darle el último trago a una cerveza
y sentir el sabor desvanecerse en el recuerdo.

Levantar la copa de la vistoria ruidosa
y volverla a bajar ya sin aplausos

Romper, sin más preocupaciones, el papel
que envuelve algún regalo,
la ropa que cubre un cuerpo ahora desnudo,
la cortina de la habitación antes oscura...

...y así la vida es:
pasa, acaba y queda
nada por descubrir.

martes, 6 de abril de 2010

Me podría conformar en esta vida
con habitar para siempre en algún libro,
una canción, un disco, un verso,
un nada hecho palabra.

Podría -si pudiera- limitarme
a tres paredes con ventana dentro
de las cuales fuese posible
recrear las verdades de otro tiempo,
los minutos del encuentro,
la fluidez del murmullo matutino.

Sería capaz, y así lo afirmo,
de pensar esta vida, no vivirla,
de apear del tren los elementos
que fabulan con las mañanas
e interpretan lo que ocurre
y no lo acercan más.