martes, 11 de febrero de 2014

Bajo la alargada curva de las letras del cuento se escondía
la claridad del cuerpo
y el asunto despertaba el tiempo
de un carnaval en octubre
o de un verano en Islandia.

Atrapada, como estaba, en la chistera negra
nunca se encontrará
libre la liebre.
Ni aparecerá rodando un cabizbajo tronco allí,
ni una brizna de pan aquí,
ni un pellizco de tarde oscura .
Y así, abrir los ojos cada mañana al frío
despierta en mí una necesidad cuadrada y luminosa
como el más absurdo de los poemas de amor,
aquel en que al final, tras palabras dichas con la boca llena,
se conquista a la lectora
el día de la firma del libro garabateando su nombre
u observando la foto de la contraportada sin más comunicación
que el seco disparo del obturador.