lunes, 19 de julio de 2010

Despertar al sol de madrugada,
al salitre olvidado en la piel de otro,
a la dulce caricia fresca de la arena nocturna
al olor de todos los olores.

Recuperar así el tiempo perdido entre esas rocas ajenas,
esa mirada húmeda oculta entre las olas
y la sensación de ser, por fin,
tan eterno como aquella estrella fugaz
o este avión extraviado.

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