sábado, 27 de marzo de 2010

A cuatro (4) manos

Como siempre solía,
con la luz se despertó
y el frío -absurdo y malintencionado- le recordó
el porqué de la mañana e insitió
en pensar en una mañana de Enero
que llegaba sinuosa, como el arrepentimiento,
y veloz como la fuerza para seguir, para arreglar
las salvedades, para intuir
el posible y anhelado encuentro.

Todos los días parecían uno;
todos los meses, una resurrección fatal.
Era un sacrilegio el mero hecho de considerar
marcharse sin decir adiós.

Adiós, hasta luego, que descanses, no te olvides
de que moriremos juntos, de que seremos
polvo intacto, efímero como ese momento,
como esa mirada entre dos desconocidos
que se conocen muy bien. Tan bien
que ya se han olvidado.

lunes, 22 de marzo de 2010

Al abrir las tentaciones he abierto los ojos.

Me he dado cuenta de que no quiero ser un mero espectador, un simple y complejo lector. Quiero ser sujeto y no objeto. Quiero ser el que hace.
Al verme como parte ínfima de algo; al creer que he contribuido en algo al mejor entendimiento de un texto; al ser un medio para acercar dos mundos, mil ideas, me he percatado de que quiero ser algo activo en ese mundo.

Las cosas cambian por la gente que las cambia, no cambian solas. He de morir de un ataque al corazón por no haber parado nunca de indagar, de investigar, de formar parte de la vida cultural del país, y como traductor o escritor, del mundo. Moriré de un ataque al corazón ilustrado, entendiendo con claridad como se escapa la vida de mis venas, sabiendo como murieron otros y aprendiendo de sus muertes. No para jamás de moverse en esta vida, para poder morir, felizmente agotado.

Una vela muere tras haber consumido toda su cera iluminando libros. Quiero ser esa vela leyendo ese libro hasta mi último suspiro de humo.

Mis estrellas me llevan lentamente a algún lugar que aún no conozco pero que ya puedo olisquear. Esperemos que no se quede en un aroma lejano.

Voy a ser algo más que un lector, un espectador.

Hoy he abierto los ojos a un mundo de dulces tentaciones, a un mundo de conocimiento sin fin, hasta su final.

lunes, 15 de marzo de 2010

Hoy toca hablar del silencio

Ciertas ramas de la tradición judía, en especial los judíos jasídicos ultraortodoxos, creen en la educación de los hijos por medio del silencio. Esta tendencia impone a los vástagos un respeto por las tradiciones y los mayores que muchas veces puede desembocar, o dar lugar al miedo. No obstante, este silencio no implica lejanía o falta de afecto, sino un respeto total por el individuo y su crecimiento personal. Lejos de lo que pueda parecer, los judíos respetan, dentro de una cultura y una religión tan enraizada, las decisiones personales e individuales y creen fervientemente -40 años vagando por el desierto lo prueban- en el dolor y el error como forma de perfección. Mediante esta enseñanza silenciosa, basada en actos y liturgias en las que el hijo es un espectador activo, los judíos buscan las enseñanzas del "haz lo que yo hago y no lo que yo digo" dejando así una amplia gama de interpretaciones en manos de los "aprendices".

Somos víctimas de nuestros silencios o de nuestras palabras.

Dentro de la tradición de mi familia materna, sobre todo en su lado masculino, el silencio ha sido una forma de aprendizaje. ¿No hablamos de ciertas cosas porque no hace falta hablarlas o simplemente no nos atrevemos? Bajo mi punto de vista, los silencios que guardamos son una forma de enseñanza y de comprensión. Sabemos lo que necesitamos sobre los otros y lo que no sabemos lo intuimos. Esa es nuestra forma de aprender.

¿Son los silencios una forma de grito?

viernes, 12 de marzo de 2010

Elegir es siempre equivocarse,
cerrar puertas, albergar dudas.

Seguir caminando es marcar con pisadas
la hierba antes intacta,
es surcar el todo para dejar
una ínfima marca, un valle abrupto,
una i-griega invertida.

Vivir es pasar por un embudo, abandonar los espacios
y ceñirse a un paso estrecho, único,
de una sola dirección, impuesto.

Elegir es equivocarse inevitablemente, vivir es elegir.
Vivir es inevitable.

jueves, 11 de marzo de 2010

¿Cuál es el valor del error?

"De los errores se aprende". Siempre se hace referencia a esta frase para aportarle un valor educativo a los errores que se cometen. Sin esos errores no se conseguiría acceder a un conocimiento empírico sobre el valor de la vida y su camino de espinas y rosas.
Sin embargo, yo me cuestiono en ocasiones el valor educativo de los errores, y más concretamente los errores de elección.

Se puede y se debe aprender del error cometido por una elección errónea, sin embargo, es imposible volver atrás en el tiempo, por ahora, para poder aplicar el valor educativo, el aprendizaje conseguido de dicho error. Aún más, dicho error, no solo aporta una educación inútil sino que rasga las más frágiles capas de la autoestima y dibuja fantasmas en los aires del tiempo.

Platón, en su Caverna, retrato a incultos hombres felices, desconocedores de las posibilidades de la vida, ajenos a la realidad, pero felices en su inocencia. El error cometido al dar el paso fuera de la caverna, a la luz del conocimiento, aportó al hombre la tristeza del saber, conocedor ahora del valor de las posibilidades, aunque inalcanzables al fin.

Haber sido tanto y no poder serlo más, aporta una nausea y un vértigo. El error de ser.
Cometer el error del conocimiento te da educación sobre el error, pero te persigue siempre esa información.
Saber de los errores no es más que eso: conocer nuestra necedad.

Y yo pregunto, con miedo a equivocarme, pero sin poder evitarlo: ¿es mejor mantener la vacuidad del no intentar, por miedo a conocer el error? o ¿mejor es cometer el error de intentar saber más?

Saber o no saber, he ahí el dilema.

viernes, 5 de marzo de 2010

Paseo descalzo, percibo
el frío de las rocas mudas,
la mirada desconfiada del musgo, el latir
de las gotas en los charcos.

El ritmo es no más que una distancia,
un trayecto entre dos sonidos, una lejanía,
un dejar pasar

Al llegar espero.

Espero y busco.
Busco. Me hurgo, me pierdo.
Espero al llegar y espero.

Nunca debí de haber abandonado
los lugares, las ciudades, las sonrisas
que no son éstas.
Allí yo ya llevaba
las riendas del caballo.
Aqui me limpio el barro frío de la caída,
año tras año, sueño tras sueño.

Nunca debí de haber abandonado los lugares que no son éste.


jueves, 4 de marzo de 2010

Soy una obra que recoge enseñanzas,
y me encuentro lleno de comentarios
garabateados en los márgenes de mis ojos,
herido
por marcas que indican dónde hemos dejado de leer(nos),
el lugar que nunca debimos abandonar.

Las fronteras son los lomos y las tapas
entre nuestros cuerpos y si me lees te lees,
si me analizas te buscas,
si me interpretas verás la trasgresión,
la comparativa, las ideas prestadas.

Soy una obra ajena, lecturas, palabras
leídas por otros, escritas por otros,
sufridas por mí.