Las monedas saben a manos, bolsillos, cajas y lamentos.
Los bigotes a sopa y las barbas a café y pan.
Los sofás saben a tarde, video y lluvia y las sillas a jardín.
A mermelada sabe el queso y a pasado los renglones.
Las flores saben a huesos, juegos y caballos.
Los relojes saben a ayer.
Las tartas de manzana saben a tienda de juguetes.
Los teléfonos a distancia y a sombreros.
Los trenes a vaho y humo.
Las macetas saben a vida y muerte.
Las piscinas saben a descanso.
Los ceniceros saben a conversación.
Y tu boca sabe como los labios que hablarán
cuando el futuro se venda en unos ultramarinos.
1 comentario:
Y las palabras saben a galleta y leche cocida o a rancio, según la intención que lleven...
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