miércoles, 7 de marzo de 2007

días buenos

Admiro tu cansada visión del mundo
y sus estancias,
tu sentarte en las aceras, en los bancos,
en las alas de pájaros de calle y en sus camas.

Me gusta el fuerte peso de tus manos,
que tiran de tus brazos hacia abajo, como bufandas
colgadas de percheros, como lana cortada a trasquilones.
Tambaleándose inmóviles.

Ansío poder ver lo que miran, cerrados, tus cansinos ojos penetrantes.
Sentir la felicidad callada que traspira el humor que nos inventas.

Por todo esto te dejaría ya sola.
No volvería a llamarte, a coger tus escasas llamadas,
a caminar contigo por los pasillos de la ciudad, mi casa.
Pero no puedo.
Me resulta muy cansado, es mucho esfuerzo,
lo que demuestra que somos patrón del mismo costurero.

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