con uñas afiladas e impide, en ocasiones, la respiración.
Tal vez, sin enterarnos, se olvida de su paso
y mantiene a punto
el gatillo.
Y pasa tras la muerte.
Al parecer, sin verlo, se nos escapa el agua
de entre las arrugas del ayer
y mojamos de templanza la mañana.
Y es sin saber que caminamos.
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