El volante no dejaba de girar
a la derecha. Lluvia, viento y casi
nadie esperando en el destino.
El GPS repetía una y otra vez
dirección errónea.
Gire de nuevo en la siguiente intersección
con la voz robótica y lejana
que no me acerca más a nadie.
Era sólo una autopista.
Solamente un trayecto.
Una vida.
Giró y miró al suelo.
Ahora las líneas estaban quietas
y cerca, demasiado cerca.
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