Nada hacía presagiar la lejanía,
ni tan siquiera el viento,
y, sin embargo, allí a lo lejos
se apagaba un reino
que en ningún momento se llegó a crear.
Todo acaba como empieza,
calmado...
y se olvidan los mareos y las dichas,
las travesías presagios de nada,
los eternos ecos de las olas
y la mirada perdida del timonel
que zarpa, ajeno al viento,
hacia la lejanía olvidada del pensar.
Todo empieza como acaba,
despacio, en tierra y sin mar.
1 comentario:
Esos dos versos finales ya valen por sí solos un poema. Bellísimo. Un beso
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