martes, 3 de febrero de 2009

Nada hacía presagiar la lejanía,
ni tan siquiera el viento,

y, sin embargo, allí a lo lejos
se apagaba un reino
que en ningún momento se llegó a crear.

Todo acaba como empieza,
calmado...

y se olvidan los mareos y las dichas,
las travesías presagios de nada,
los eternos ecos de las olas
y la mirada perdida del timonel
que zarpa, ajeno al viento,
hacia la lejanía olvidada del pensar.

Todo empieza como acaba,
despacio, en tierra y sin mar.

1 comentario:

Marisa Peña dijo...

Esos dos versos finales ya valen por sí solos un poema. Bellísimo. Un beso