lunes, 25 de febrero de 2008

Fruta

Cogí con miedo la fruta que me lanzaste,
y la mordí como quien muerde un tiempo.
"Es fruta de temporada" -me dijiste
y yo no entendía su significado.

Ahora, temporadas después, tras años de barbecho
comprendo que no es la fruta lo que madura,
son los labios que la besan,
los dientes que taladran su fina carne,
las manos que magullan
el terciopelo fresco de su exterior.
La fruta no cambia nunca,
pero nosotros aprendemos a domesticar sus sabores.

Cada cereza que queda en el árbol
es un minuto que se pierde en la eternidad.

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