martes, 10 de junio de 2008

Berlín

El sol me despierta de distinta manera,
como si el idioma tuviese un sabor extraño en la boca.
Las ventanas, los cristales, el blanco tacto de las sábanas
me pide un minuto tan sólo de nocturnidad, una llamada al vacío.
Mis pies -creo- que se despidieron del tránsito al verme
y salen corriendo hacía el amanecer,
como pequeños ratones en busca de una verdad tras la pared agujereada,
sin saber que allí simplemente encontrarán un muro,
cargado de eternidad.

Las esquinas aquí tienen recuerdos perdidos de otros,
albergan piedras talladas por el paso del tiempo y la necesidad
y un regusto fatídico a intento fallido.

Las cajas en el suelo guardan demasiadas cosas, demasiado peso.

Ahora, en la frescura de la oscuridad, observo:
una luz me indica que mañana el sol me despertará una vez más
de manera distinta.

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