domingo, 22 de junio de 2008

La habitación vacía

Me acompaña a menudo, como un perro hambriento,
la locura de buscar pensamiento en la nostalgia,
percepción en la lejanía, carne en las manos vacías,
orden en la maraña de tus esquinas,
o un mar de dudas en el amanecer.

Y así, agazapada tras las horas,
me hace dudar esa locura
de las cortinas que se quedan a medio cerrar;
espía -cuando ella lo desea- tras la madera de roble que tapa esa puerta;
escucha, con un vaso de papel pegado a la ventana,
los llantos de la memoria
y analiza el lento camino que me espera
hasta la cueva soleada del conocimiento
donde las sombras de la duda son más nitidas,
pero aún presentes, aún acogedoras.

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