Hoy he llorado como un niño
al observar como se terminaba el agua
que caía por la cascada de la cisterna.
Hay días en los que el sólo peso de la soledad,
la tardanza del eco, el crujir de la madera,
el final de cada paso y su silencio
o el reverso jamás antes observado de una mano
son suficientes para otorgar un halo de tremendismo
a la tarde.
Juro que mañana sonreiré también
al observar en la bañera resurgir el agua.
1 comentario:
¡precioso poema¡
he descubierto tu blog a través del de José Manuel Soriano
¡prometo seguir leyéndote¡
esto de los blogs es un emocionante laberinto, unos llevan a otros y esos otros a otros...
un saludo
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