A la hora del recreo siempre
salía corriendo de clase.
Ella estaba ya en medio del patio
con sus coletas morenas, sus ojos grandes
y unas letras rojas preciosas
que dibujaban su nombre en el babi.
Esa era la única información que conocía
y aún lo poco que poséo de aquella niña
con la que día tras día deseaba
compartir mi bocadillo en el recreo.
Aún, todos los días, a las 12:24 de la mañana,
me preparo un bocadillo.
Siempre dejo el último mordisco
por si a ella le da por volver a compartirlo.
4 comentarios:
Aterrizo en tu blog procedente del de Natalia, qué poemas tan bonitos, me quedo con la frase "...en mitad de la noche una mirada es mediodía", me encanta...
Muchas gracias, anónimo!!
jajaja, perdona, me llamo Sonia, y soy de Avilés...
Pues gracias, Sonia de Avilés!!
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